Día de Reyes

mujer camaHoy es seis de enero. Habría preferido levantarse tarde, muy tarde. Tal vez saltarse el desayuno y almorzar directamente. Pero los vecinos del sexto la han despertado a las ocho de la mañana con su júbilo ruidoso. Han debido de regalarle al niño un balón de baloncesto, porque durante media hora no ha dejado de escuchar una sucesión de golpes secos sobre el techo, justo encima de su cama. «¿Es que no pueden decirle a ese niño que en casa no se juega al balón?», piensa. Intenta volver a dormir, pero es incapaz. Hace tiempo que el insomnio la acosa como un monstruo agazapado bajo su cama.

Se levanta y prepara un café con tostadas. El día promete ser largo y trata de improvisar algún plan mientras mordisquea el pan tostado. Envía un mensaje al grupo de whatsapp de sus amigas del pueblo, las de toda la vida. «¿Alguien se anima a dar un paseo esta tarde?», pregunta. Pero nadie contesta. Imagina a Gloria con su hija de cinco años, a Clara con los mellizos y a Susana con su bebé recién nacido. Todas abriendo paquetes, montando juguetes, fotografiando la risa infinita de sus hijos.

Decide salir sola; no puede quedarse en casa. Se coloca la misma ropa del día anterior, abandonada con desidia sobre una silla en la que se amontonan diversas prendas como en una colorida escultura. La calle no es en realidad mejor que su casa. Se encuentra a un niño probando su patinete nuevo, al vecino del sexto jugando con su hijo -efectivamente, era un balón de baloncesto lo que golpeaba sobre su cabeza-, y a una niña paseando a su muñeco.

Compra el pan y vuelve a casa. Se plantea, por instante, la posibilidad de adquirir un roscón de Reyes, pero son todos demasiado grandes para una sola persona. Dormita en el sofá hasta las dos de la tarde. Aunque no tiene hambre, se dirige a la nevera y saca algo de fiambre. Por cuarto día consecutivo, decide comer un bocadillo. No tiene ganas de cocinar otra cosa.

Tras su anodina comida, accede a través de su teléfono a esa aplicación de contactos a la que recurre en ocasiones. Apenas indaga un par de minutos en la inmensidad de fotografías disponibles a un solo un clic. Un hombre moreno de cuarenta años es el elegido. Charlan sobre banalidades y solo dos horas más tarde el tipo llama al timbre de su casa.

Ni siquiera le ofrece una bebida; hace tiempo que se saltó los protocolos absurdos. «Fóllame», le dice. Y el hombre obedece, arrancando su ropa y penetrando ese cuerpo vivo que aloja una mente muerta. El chico se marcha enseguida, tras un breve descanso postcoital. Anochece y ella sigue echada sobre la cama, desnuda, observando fijamente una mancha de humedad con forma de pato que hace tiempo que adorna su techo. «No es un pato, mamá, es un cisne», decía siempre él. Y ella reía.

27 comentarios en “Día de Reyes

  1. El drama de unas fechas que giran en torno a la familia. Las ausencias, la soledad, la tristeza se agrandan como enormes dragones que nos devoran.
    Un relato estremecedor por lo que dice y por lo que calla.
    Un abrazo y feliz año.

    1. Muchas gracias, Estrella, por pasar por aquí y leer el relato. Así es, nos venden la Navidad como una época en la que uno «debe» ser feliz. Pero para muchos la Navidad es todo lo contrario y, como dices, la soledad y la tristeza se hacen aún mayores. Un abrazo y feliz año igualmente para ti.

  2. Es muy bueno y estremecedor, muy crudo y triste. Desde luego, esa frase final lo explica y aclara todo. Muy bien narrado y descrito ese estado interior, esas sensaciones. La apatía total, la indiferencia, «tanto me da ocho que ochenta», la depresión, la total devastación tras una pérdida brutal y dolorosa. Sí, es como estar muerto antes de tiempo. Lo que más me gusta es no solamente lo bien que lo narras y plasmas todos esos sentimientos, y además con mucha naturalidad, sino la enorme sensibilidad que desprendes.
    Namastebeso (namás).

    1. Muchas gracias, What (parece que otros blogeros te llaman así, así que me uno a ellos utilizando la forma abreviada de tu nick). Sí, eso es exactamente lo que pretendía expresar con el relato. La apatía, y también el intento de olvidarse del dolor sin éxito (tratando de quedar con amigas, buscando sexo con desconocidos que solo sirve para incrementar el vacío…).

  3. Y sí, por supuesto, ante situaciones e historias como esta las fiestas navideñas pueden ser un calvario, un infierno.Por eso tiene mérito lo que has escrito y cómo lo has escrito. Que nos obliguen a ser felices… no mola. (A mí me gusta llevar la contraria).

    1. Creo que hay mucha gente a la que no le gusta celebrar las Navidades. No solo porque le recuerde a seres queridos fallecidos, sino también por otros motivos (por ejemplo, la obligación de estar con familia política cuando a lo mejor no es ése el plan más apetecible, la obligación de hacer regalos y gastarte un pastizal, etc. etc.). Un abrazo y gracias por tus comentarios, compañero.

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