Álvaro Vadillo, autor del libro de relatos Los niños de Babel, contactó conmigo hace unos meses para ofrecerme un ejemplar de su obra. La temática llamó mi atención y acepté su ofrecimiento con agrado. Hoy comparto con vosotros mis impresiones sobre un libro impactante y duro, pero también necesario.
Los niños de Babel recopila catorce relatos ambientados en lugares del mundo muy diferentes: Haití, Líbano, Sri Lanka, Mauritania, República Democrática del Congo, Cuba, Paraguay, Irak… También España. Todos ellos comparten una característica en común: los protagonistas (o algunos de los personajes) de los relatos son niños. Algunas historias son absolutamente impactantes, tanto que parece mentira que sean verdad. Pero, lamentablemente, son verdad. Todas están basadas en experiencias reales que el autor ha visto o escuchado de boca de sus protagonistas en sus viajes a lo largo del mundo colaborando en proyectos humanitarios.
Desde el punto de vista literario, los relatos están bien escritos. De su prosa destacaría su capacidad para describir ambientes y lugares con una precisión minuciosa, haciendo que el lector se sienta como un viajero inesperado, caminando por desiertos, atravesando la espesura de la jungla o callejeando por mercados de Oriente Medio entre los gritos de los comerciantes. El autor no sólo se limita a la descripción de los espacios; los olores y los sonidos también cobran protagonismo en algunas de las historias (la música, por ejemplo, es un elemento destacado en los relatos ambientados en Cuba y la Ronda de los años 90). No abundan los diálogos, pero cuando éstos aparecen suelen estar bien escritos y adaptados al habla local (como es el caso de la jerga andaluza, argentina o dominicana).
Se aprecia también en todos los relatos un buen conocimiento de la historia y de las circunstancias geopolíticas de los países en los que se desarrollan los relatos. Cada vez que terminaba de leer una historia, sentía la necesidad de buscar más información sobre los conflictos bélicos, las etnias o los grupos armados a los que el autor hace referencia. Quizás habría sido interesante profundizar un poco más en la contextualización política, social y religiosa, pero imagino que los relatos habrían aumentado considerablemente de extensión y quizás habrían perdido su sentido inicial, que es el de contar historias particulares dentro de la Historia en mayúsculas.
El relato que más me ha impresionado es el que se desarrolla en la República Democrática del Congo. La violencia que desprende lo que en él se cuenta escapa a toda lógica. Lo leí con angustia y me quedé con una sensación de vacío. Después de leer un relato tan estremecedor, sólo se puede concluir que en algunos lugares del mundo la vida humana no vale nada. Como decía en el párrafo anterior, la lectura me incitó a buscar más información, en este caso sobre la Segunda Guerra del Congo, cuyas brutales dimensiones llevaron a apodarla como Guerra Mundial Africana. Casi 4 millones de muertos de los que en Occidente nadie –o casi nadie- habla, en curiosa oposición a lo mucho que se habla de otras guerras.
En cualquier caso, no todas las historias que se narran son igual de terribles. Algunas acaban bien a pesar del sufrimiento de los protagonistas, en otras el amor o la camaradería se alzan por encima del mal (por ejemplo en los relatos ambientados en Cuba, Argentina o República Dominicana).
Quiero agradecer a Álvaro Vadillo la oportunidad que me ha dado de leer este libro tan especial y necesario en los tiempos que vivimos, muy recomendable para quienes sientan la necesidad de asomarse por unas horas a la otra cara del mundo.
Parece una obra capaz de causar un enorme impacto en el lector. En efecto un constante mal está presente en este planeta desde que tenemos uso de razón. Un abrazo.
Gracias por leer la reseña, Carlos. Es un libro distinto, auténtico… Un abrazo
Gran relato, Mayte. Espero poder leer el libro alguna vez. Un abrazo desde Berlín.
Gracias, Baumann. Te lo recomiendo
Uau, tiene pinta de ser muy bueno. Me gustan este tipo de libros que tratan de la realidad que no vemos, aunque luego lo paso mal leyéndolos… Gracias por la reseña, Mayte.
Un besote
Gracias a ti por leerme, Luna. Es un libro que no podría escribir cualquiera, por mucho que se documentase. Se nota que ha estado en esos lugares y eso le da autenticidad. Un beso.
Parece una lectura interesante y muy bien documentada, aunque dura. Y por tanto una visión real de la vida infantil en entornos difíciles. Del Congo he oído historias de primera mano, mi hermano mayor vivió varios años en Pointe Noire. Un abrazo y gracias por traernos a este autor.
Gracias a ti por leerme, Carlos. Es una lectura que no deja indiferente, ni mucho menos. Un abrazo
¡Buf!, obra contundente, por lo que cuentas. Queda anotada.
¡¡Francisco!! ¡¡Cuánto tiempo que no te veía por aquí!! ¿Cómo te va?
El libro es recomendable, sin duda. Ahora me paso por tu blog, a ver qué nos traes con tu regreso.
Me temo que por mis nuevas circunstancias es una vuelta un tanto descafeinada pero, ¡releñes!, que el gusto es mío por volver a leeros.
No va a quedar más remedio que tener en cuenta el libro porque has hecho un resumen como para comprarlo. Mejor representante no se pudo conseguir el autor.
Me alegro de que mi reseña te haya animado a leer el libro. Ya me contarás qué te parece si finalmente lo lees. Un abrazo.
La reseña no puede ser más incitante, y me refiero a que despierta el deseo de leer ese libro, de empaparse en el vivir y sufrir diario en tantos lugares de la tierra donde la vida vale muy poco. Existe vida fuera de nosotros y vida muy dura a la que damos la espalda para no verlo.
Abrazos.
Así es, Estrella. Te recomiendo su lectura. Un abrazo.