Menstruación

mujer oficina−Me temo que voy a tener que despedirte –me dice el director general en su despacho.

Yo le miro desde abajo, sentada en una silla giratoria demasiado pequeña que me obliga a alzar la vista. No sé si es debido al impacto de la noticia, pero de repente siento un flujo menstrual inesperado, abrupto, que comienza a deslizarse entre mis piernas.

−Y espero que no me vengas con esa chorrada del machismo, porque es un despido completamente procedente –añade el director general expulsando al hablar gotitas de saliva que se van acumulando como espuma blanca y encrespada en la comisura de sus labios.

La sangre fluye entre mis muslos y siento que traspasa mi ropa y se funde con la tapicería plastificada de la silla giratoria. Me pregunto qué pensará el director general, qué me dirá cuando me levante y vea la mancha de mi vestido, la sangre litografiada en la silla de su despacho.

−Tus hijos siempre están enfermos y tú siempre tienes que quedarte en casa con ellos. Nunca he visto a unos niños que enfermen tanto. ¿Qué les pasa, que son de cristal?

La hemorragia es cada vez más abundante y pienso que pronto descenderá silla abajo y se topará con el suelo enmoquetado de la oficina. La mancha comenzará justo debajo, junto a mis zapatillas deportivas, y enseguida empezará a expandirse tiñendo de un rojo negruzco la moqueta color beis del despacho del director general.

−Y luego está el asunto del dolor menstrual. No recuerdo que mi esposa, cuando tenía la regla, se quejara de dolor menstrual. Si lo sufría, tal vez tomara una pastilla, o dos o tres o las que fueran menester, y después madrugaba para llevar a los niños al colegio y planchaba mis camisas y hacía la comida y me dejaba la casa como los chorros del oro.

La sangre pronto emanará de mi cuerpo a borbotones expulsando plasma, glóbulos rojos, plaquetas, óvulos caducados, cadáveres de gametos que nunca llegaron a su destino. Y una vez cubierta la moqueta entera, irá amontonándose hasta formar una laguna roja que inundará la oficina.

−Así que ya puedes recoger tu finiquito en administración. El despido es efectivo a partir de mañana.

Entonces cogeré un par de carpetas de la mesa flotante del director general, dos carpetas azules con viejos informes mecanografiados por mí con cientos de anotaciones del director general escritas a bolígrafo rojo con una letra inclinada, cabreada, iracunda. Y, arrodillada en la silla giratoria convertida en improvisado kayak, usaré esas dos carpetas a modo de remos y navegaré rápido por el océano escarlata que entonces se habrá extendido al resto del edificio. Remaré deprisa por los pasillos, con toda la fuerza de mis brazos, para llegar a tiempo a recoger a los niños al colegio.

10 comentarios en “Menstruación

  1. Un relato muy potente. Una de las virtudes de tus relatos que más agradezco es esa expresión no solo del sentir emocional, sino también la física, hecho que aquí cobra especial fuerza. Voy a coger los manguitos por si llega aquí el lago.Un placer, compañera. Adelante!

  2. Qué bueno. Ja ja ja, hasta el final no me he dado cuenta del tono de humor sarcástico con el que creo has querido impregnar (o bañar, en sangre) al relato, esa ironía que echa mano de la exageración y lo escatológico (ha sido cuando has nombrado el kayak improvisado y las carpetas a modo de remos).

    Pues la sangre menstrual no paraba de brotar al unísono que las palabras impregnadas de gilipollez e insensibilidad del jefe. Lo curioso es que no sabemos qué sentimientos pueden brotar a la vez de la chica, pues no haces mención alguna. Un detalle curioso. ¿Resignación, cabreo, incredulidad, estupefacción, alivio… ?

    Vamos, el susodicho jefe es la encarnación de eso… la empatía, la comprensión, la amabilidad. Toda la perorata con matrícula de honor para la mención a los niños (¿son de cristal o qué?). Pues si no es machismo está sospechosamente cerca o estrechamente emparentado. me parece obvio este aspecto. Bueno, todos sospechamos o sabemos que por desgracia esto en el mundo laboral está a la orden del día, y más si eres mujer. Y quien diga que no es un puto hipócrita.

    Un abrazo limpito y superabsorbente. Ja ja.

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