La primera vez que lo vio, se encontraba explorando su colección de reproductores de vídeo antiguos. Antonio y ella habían comprado uno poco tiempo después de que salieran al mercado los primeros VHS. ¡Cuánto les gustaba tumbarse en el sofá los sábados por la noche a ver películas alquiladas en el vídeo club del barrio! El animal se escondió cuando ella se acercó furibunda con una escoba en la mano; no podía consentir que ensuciara esos aparatos. Minutos después, observó su curioso hocico asomarse por debajo de su colección de peluches. Su hija adoraba los animales de peluche cuando era pequeña. Tenía muchísimos, casi tantos como ella ahora. El mamífero desapareció nuevamente cuando ella le atacó con su arma improvisada, pero enseguida distinguió su larga cola y su pelo negro y basto merodeando por su muestrario de latas de cerveza. Un estruendo se sintió cuando ella saltó con la escoba tratando de atinar sobre el cuerpo escurridizo del maldito roedor. El suelo se vino abajo, y sobre ella cayeron sus reproductores de vídeo, sus animales de peluche, sus latas de cerveza, sus televisores, sus periódicos, sus bombonas vacías de butano…
¡Ostras, Paula! Buen microrrelato. Bien construido, con el ritmo necesario en la trama para que sea un placer leerlo. Y el final, genial, me cogió por sorpresa.
Un beso.
Muchas gracias!! Me alegra que te haya gustado y sorprendido. (Te equivocaste en el nombre; soy Mayte, no Paula… Pero no pasa nada). Un abrazo y gracias por pasarte y comentar
¡Vaya metedura de pata! No sé en qué estaría pensando, Mayte. Perdóname. Pero en que me encantó tu relato, en eso no me equivoqué. Es la pura verdad.
Besos
Gracias!! No pasa nada, un despiste lo tiene todo el mundo
Que triste realidad has retratado y que real, conozco un caso muy duro. Eres muy buena escribiendo, te admiro.
Besos primor.
Que tú me admires es un honor para mí, María. Es cierto que refleja una realidad durísima.
Un abrazo fuerte.
Claro ejemplo de síndrome de Diógenes, me temo. Muy bien descrito, Mayte. Un abrazo 🙂
Muchas gracias, Lídia. Una enfermedad muy poco comprendida y con pocas soluciones… Un abrazo
Que temática más compleja y a la vez triste. Muy bien descrito. Un abrazo Mayte.
Muchas gracias, Carlos. Abrazos
Otra enfermedad, socialmente a menudo no tenida en cuenta, que relega al enfermo a la soledad y al abandono.
Muy bueno, Mayte, como siempre concentras y transmites una barbaridad.
Un beso y buen día 🙂
Quizás la soledad es antes que la enfermedad, y lo que provoca que terminen así. Un beso y muchas gracias, Luna
Un reflejo vital absolutamente real que siempre es más duro cuanto mejor está escrito y descrito. Y el final, increíble.
Se le cae la vida encima.
PS.-Pulsé donde no debía antes de tiempo 🙂
Muchas gracias, Francisco. Lo has descrito perfectamente: se le cae la vida encima. Un abrazo.
Sí, tendría sentido… triste, n todo caso.
Me alucinas con tus micros. Tanto en tan poco. Enhorabuena!
Muchas gracias, Sadire!! Hacía tiempo que no te veía (leía). Un beso!!
La mente rellena huecos de forma increíble; conocí varios casos desafortunadamente.
Perfecto, Mayte.
Un beso
la mente humana es misteriosa y vulnerable. Muchas gracias, Paula. Un beso
Al menos de esta me libro por los pelos Mayte, una semana entera poniendo orden el el sótano dió fruto a tiempo y se fueron todos esos chismes al punto limpio. Acaparar trastos inútiles es una práctica muy común. Lo que ignoro es si se puede evitar. Un besazo.
Todos guardamos cosas que no sirven… Pero el peligro viene cuando eso se convierte en el síntoma de un trastorno. Un beso
Eso me tranquiliza Mayte. Entonces sigo recogiendo las tuercas que vea tiradas por la calle.
No me asustes, Carlos!!
Jajaja.
Son tan cortos pero a su vez nos deja pidiendo más. Vale la pena seguir hurgando en tu blog. Es fantástico.
Muchas gracias por leerme retrospectivamente. Me agrada mucho saber que te gustan mis pequeños relatos.