Hace un par de meses acudí a la presentación de esta novela de Miguel Ángel González ganadora del último premio Ciudad de Alcalá y publicada por la editorial Comba, un libro que llama la atención desde el mismo título. No soy amante de la copla, pero obviamente he escuchado muchas veces la famosa Ay, pena, penita, pena interpretada por Lola Flores. A mi abuela le encantaba y ella misma la cantaba como si le fuera la vida. Y, sin embargo, hasta bien entrado el libro, no fui consciente de que el título hace referencia a un verso de esa canción. ¡Qué tonta soy!, pensé. Pero es que con esta canción me sucedía lo que me pasa con otras muchas, conocía parte de la letra, pero no toda, y justo ese verso no lo tenía acomodado en mi cabeza porque creo que no entendía muy bien lo que decía la Faraona cuando lo pronunciaba. En estos días, cada vez que cogía el libro de Miguel Ángel y leía el título, saltaba a mi cabeza la melodía de la famosa copla -con la letra ya correctamente encajada en mi cerebro- y creo que a partir de ahora me acordaré siempre de este libro cada vez que escuche la canción.
Esta novela podría definirse como unas memorias ficcionadas en las que el narrador reúne una serie de recuerdos sobre su familia, su infancia y su adolescencia. El autor domina a la perfección el arte de hacer literatura partiendo de lo cotidiano, de lo familiar, de las pequeñas anécdotas que surgen en la vida de las personas corrientes. El narrador es ya un adulto cuando cuenta esta historia, pero muchas veces relata sus recuerdos con la misma inocencia que tenía cuando los vivió.
La estructura de la novela es curiosa: no está dividida en capítulos, sino en pequeños fragmentos que a veces son breves párrafos y otras tan solo una frase. Estos fragmentos podrían interpretarse como los recuerdos que llegan en forma de ráfagas a la memoria del narrador. Quizás por eso son tan breves, porque los recuerdos nos llegan a menudo de esa forma dispersa y desmenuzada.
Miguel Ángel tiene un estilo de narrar muy personal. Una prosa sosegada aparentemente sencilla, que en realidad permite adivinar un gran trabajo detrás en donde no sobra ni falta una sola palabra. Abundan las anécdotas tragicómicas, o quizás sea la prosa del autor lo que hace que algunas escenas dramáticas adquieran tintes amables e incluso cómicos. Esta es sin duda la característica más significativa de su estilo, algo que a mí me parece muy elogiable, pues es verdaderamente complejo convertir el drama en comedia. Con algunas escenas me he reído a carcajadas a pesar, como digo, de la dura realidad que en el fondo encierran.
Mezcladas con la anécdotas de su familia, el narrador va contando las historias de otros personajes célebres: Di Stefano, Marcello Mastroianni, John Travolta… y, sobre todo, del mago argentino René Lavand, que se convierte de alguna forma en un personaje imprescindible de la novela junto al abuelo, el primo Fausto o el tío Sebastián.
Algunas escenas desprenden una gran autenticidad y se relatan con un evidente tono nostálgico. Mientras las leía me preguntaba, como siempre hago cuando leo libros sobre la infancia, cuánto habrá de autobiográfico en esta obra y cuánto de ficción.
Un nublao de tiniebla y pedernal me ha recordado (por el tono y por tratarse también de unas memorias ficcionadas) a otro libro excelente que leí hace unos años: Primer párrafo, de Paloma Mozo San Juan. Estoy segura de que ambos autores se gustarían mutuamente si decidieran leerse.
Es difícil escribir buenos finales, pero el de Un nublao me ha parecido redondo, emocionante y mágico. Y aquí el adjetivo mágico está especialmente escogido y no podría sustituirse por un sinónimo; quienes hayan leído el libro entenderán por qué.
Bonita reseña, Mae. Me apunto el libro. Muchas gracias.
Besicos muchos.
Muchas gracias a ti por pasarte y leer la reseña. Un abrazo.
Me gustó tanto la reseña que busqué el libro en Amazon, pero no está disponible para México. A ver si pronto sale que lo vendan por acá.
Me alegra que mi reseña te haya inspirado interés en el libro. Ojalá lo saquen pronto en México.
Parece una obra muy original, comparando la novela con las Paloma añades un valor especial. Pasará a esa insalvable lista de pendientes. Muchas gracias, Mayte. Un abrazo.
Gracias a ti por leer la reseña. Creo que sí guarda cierto parecido con la de Paloma. Ambas me gustaron mucho, te la recomiendo. Un abrazo