Son como mosquitos, Silvina, mosquitos invisibles que están por todas partes. Se te meten por los agujeros de la nariz, por la boca, por las orejas, te picotean la tráquea y el esófago mientras descienden por tu organismo como si fuera un tobogán. Son como el aire, transparentes, incoloros, intangibles. Algunos son capaces incluso de atravesar la piel, de meterse a través de los poros como si taladraran agujeritos microscópicos, como si cavaran estrechos túneles del tamaño de un alfiler. Porque, cuando eso sucede, es como si en tu cuerpo hubiese aparecido la entrada a un hormiguero, una cavidad minúscula por la que entran decenas, cientos, miles de esos bichos inmundos que te destrozan por dentro sin que apenas seas consciente.
Todo el mundo insiste en la importancia de protegerse las vías respiratorias, pero no es suficiente. Hazme caso, Silvina, hay que cuidarse también los oídos y la piel. Yo siempre salgo a la calle con unos algodones bien empapados en alcohol de noventa metidos en los oídos, el mismo alcohol que nos echaban en las heridas cuando éramos pequeñas antes de que inventaran esa tontería del Betadine. Cómprate mucho alcohol, Silvina, es muy bueno, los bichos se asfixian, se achicharran, se mueren igual que si se les prendiera fuego. Algodón y alcohol de noventa. Mano de santo, Silvina. Yo estoy haciéndolo exactamente como recomiendan, como aconseja ese hombre del que te hablé.
Y también es fundamental el cuidado de la piel, aunque este proceso es más complejo. Voy a explicártelo por aquí para que lo entiendas mejor, así que guárdate este mensaje de voz y así puedes escucharlo todas las veces que lo necesites. Tienes que coger una botella de agua o de coca-cola de litro y medio. La que tengas en casa. Llenas la mitad de la botella con agua del grifo, un cuarto de botella con alcohol de noventa y luego echas unas gotitas de amoniaco. Lo agitas bien durante varios minutos y después vas vertiendo sobre un algodón un poco del líquido de la botella y te lo restriegas por todo el cuerpo antes de salir de casa. Tienes que mojarte todo el cuerpo con ese líquido, Silvina, incluso los trozos de piel que estén cubiertos por la ropa, porque los muy puñeteros se meten por los huecos que dejan las mangas o por debajo de la falda. Yo lo hago todos los días, lo hago exactamente igual a como lo explica el hombre en el vídeo. Al parecer, la combinación de amoniaco y alcohol de noventa es absolutamente mortal para ellos. Escuece un poco, ya te lo advierto, e incluso pueden salirte unas ronchas, pero no es nada grave, no le des importancia.
A mí me ha funcionado, Silvina, me ha funcionado hasta ahora. Ya sabes que estuve un día entero con la pobre Eugenia, que en paz descanse, un día entero estuve con ella, primero en su casa y luego en El Corte Inglés y después en el teatro viendo esa comedia tronchante. La pobre Eugenia, que ya estaba infectada hasta el tuétano, se meaba de la risa. Al menos lo pasó bien ese día, fue una grata despedida. Un día entero estuve con Eugenia cuando ya estaba infectada sin saberlo, pero yo nada, los bichos fueron incapaces de penetrar en mi organismo porque llevaba el cuerpo blindado con el mejunje del amoniaco y del alcohol de noventa. Recuerdo que se lo conté a Eugenia, pero ella decía que eso eran bulos, que no me fiara de esas cosas. La gente es muy escéptica, la pobre Eugenia era muy escéptica y mira lo que le ha pasado por no tener un poquito de fe.
A mí me ha funcionado estupendamente, Silvina. Y seguramente me habría seguido funcionando si el otro día no hubiera salido de casa sin hacerme mi friega con alcohol y amoniaco. Mientras me preparaba una nueva botella porque la anterior se me había acabado, me tropecé y vertí todo el bote de amoniaco al suelo. No me quedaba más, así que me vi obligada a salir a la calle a comprar otro. Hacía un calor asfixiante ese día y no tuve más remedio que salir en manga corta y meterme de esa guisa en el supermercado. Fue una locura, Silvina, había muchísima gente. Me crucé con un hombre que no paraba de toser y con un grupo de chavales gritándose los unos a los otros por los pasillos. De nada sirvió que llevaran las bocas y las narices tapadas. Cuando volví a casa con mi bote de amoniaco, ya empecé a encontrarme mal.
Llevo cuatro días en la cama. Me han confirmado que estoy infectada, pero nadie hace nada. Solo me han recetado esas mismas pastillitas que te dan para todo, para el dolor de cabeza, para el dolor muscular, para el resfriado, para absolutamente todo. Me dicen que no estoy grave, que solo debo dejar que pasen unos días. Quieren que me quede de brazos cruzados hasta que encuentren mi cadáver tirado en el suelo sobre un charco de meados, pero no voy a consentirlo.
He encontrado la solución, Silvina, un tratamiento que los va a matar a todos. Escucha con atención, guárdate este mensaje de voz por si te pasa lo mismo y tienes que aplicarlo. Hay que coger una botella de plástico, en esta ocasión una de las pequeñas, una de treinta y tres centilitros. Se llena un tercio de la botella con agua del grifo. Después, vertemos unos diez centilitros de alcohol de noventa y otros diez con zumo de limón. Por último, se echan unas gotitas de amoniaco y ya estaría listo. Ahora lo agito un poco para que se mezclen bien los ingredientes y voy a verterlo en un vaso para bebérmelo.
Quema un poco, Silvina, está fuerte, está muy fuerte. Ay, me quema, me quema mucho, me arde la garganta. Algo he hecho mal, Silvina, me quema, voy a tener que cortar la grabación, voy a tener que…
©Mayte Blasco
Este tiene un doble sentido maravilloso. Muy bueno.
Feliz domingo.
¡Gracias Jorge! Buen domingo. Un abrazo
¡Qué bueno!
¡Gracias, Margarita!
Muy oportuno, muy pegado a la actualidad de nuestra época conspiranoica y terraplanista, de fakes y de posverdades que florecen como malos hongos. Algún pecado muy gordo habremos cometido, menos mal que ya nos han dicho que lo del fuego eterno era una metáfora (la más rentable de la literatura universal), se agradece aunque venga con veinte siglos de retraso…
Las fake news son uno de los mayores peligros actuales. Aquí una muestra (de ficción). Un abrazo
Este me suena mucha… una realidad de siempre y diaria, estamos rodeados de mentiras.
Un placer leerte Maite.
Feliz domingo.
Muchas gracias por leerme, Carmen. Un saludo
Guau, muy bueno, Mayte. Como siempre, con es regusto a realidad.
Un besote
Muchas gracias, Luna. Abrazos.
Creo que es el limón lo que le ha sentado mal XD Un interesante viaje en la lógica irracional del personaje, tan lamentablemente cercana a la realidad de algunos. Saludos, Mayte 🙂
Sí, va a ser el limón, jajaja… Gracias por leer, Juan. Un abrazo
Doble lectura, doble buen gusto. Enhorabuena.
Muchas gracias, Joiel. Encantada de que te haya gustado.
Buen relato y desgraciadamente muy real. Esto viene a ser como el consumo de drogas: cada vez necesitas una dosis más fuerte para que te haga efecto.
Lo siento pero se me escapa ese doble sentido al que hacen alusión. Estaré fuera de onda.
¿Me ayudas un poquito?
Muchas gracias por leerlo. El doble sentido es que todo puede ser fake. El mensaje de voz que graba la mujer también podría ser fake… Ese es el problema del mundo actual; la invasión de información falsa que circula por todas partes. Un abrazo.
Muchas gracias por la aclaración. Desde luego, hemos llegado a un punto en que es muy difícil distinguir verdad y mentiras y hay que ir con pies de plomo. Ya se ha visto en diversas ocasiones lo extremadamente peligroso que puede llegar a ser. Realmente es un no parar, sobre todo a través de redes sociales.
Un abrazo.
Muy buen relato. Súper suelta la redacción y muy lograda la voz de la protagonista. El paralelismo entre el material corrosivo que en la actualidad destroza la mente o, como en tu relato, la piel está genial. Por poner un pero, si me lo permites, creo que el título enfatiza demasiado la metáfora. O bueno, quizá la hace entender. Nunca se sabe qué pretendía hacer el autor.
Un placer leerte, compañera. Un fuerte abrazo, adelante!
Muchas gracias por leerlo y por dejarme tus impresiones. Respecto al título, lo cierto es que tuve claro que lo titularía así, aunque es verdad que hace demasiado obvio lo que ya es obvio…
Otro abrazo para ti.
Leñe, ¡descubre la solución definitiva para la estupidez y la tía casca antes de patentarla! Un besazo.
Jajaja… Y además la bebida debía de estar deliciosa. Como para desbancar a la Coca-Cola. Un abrazo.
La verdad que el texto te quedó superbien: la forma en que se expresa la mujer. Muy fluido, muy creíble, muy convincente. Te metes en el pellejo del personaje. Y tiene ese barniz humorístico que ya me hizo sonreír anoche. Ahora releyendo un poco lo constato…
«… te picotean la tráquea y el esófago mientras descienden por tu organismo como si fuera un tobogán». Lo del tobogán me hizo mucha gracia.
«Yo siempre salgo a la calle con unos algodones bien empapados en alcohol de noventa metidos en los oídos… «.
He leído esto ahora y no he podido parar de reír. Es que me la imagino. Pero qué bruta la tía. Y cateta.
Jajaja… Pues qué bien que te hayas reído. Es bastante tragicómico. Y me gusta, porque normalmente soy la reina del drama y mola cuando me salen cosas con un puntito más cómico.
Me ha encantado, me ha tenido enganchada hasta el final.
¡Muchas gracias, Paula!
Me pica todo el cuerpo después de leer el relato. Angustioso y, como siempre, muy bueno
Muchas gracias por la lectura y por tu comentario, Juan Manuel.
Da miedo…, muy bueno
Muchas gracias, Juan Carlos.