El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura

El hombe que amaba a los perrosHacía tiempo que no leía una novela histórica y la verdad es que no he podido elegir un libro mejor para regresar al género. Puedo afirmar sin ningún tipo de duda que El hombre que amaba a los perros, del escritor cubano Leonardo Padura, es la mejor novela histórica que he leído nunca. Otras novelas de este género me han gustado bastante (León el Africano, de Amin Maalouf, es una de mis favoritas) pero la obra de la que voy a hablar en este artículo es sencillamente impresionante no solo por lo que cuenta, sino también por el impecable estilo con el que está escrita.

Esta novela relata la crónica de una muerte anunciada. Sabemos por los libros de historia (también por nuestra querida Wikipedia) cómo terminó la vida del político y revolucionario ruso Liev Davídovich, más conocido como Trotski. Pero, a pesar de saber de antemano quién lo mata y cómo lo hace, el autor consigue mantener la atención del lector durante todo el tiempo. Esto es posible porque no se trata de una novela que simplemente relata los hechos, sino que también y, sobre todo, indaga en los sentimientos y reflexiones de los implicados: la víctima y el asesino.

La novela está estructurada en tres partes. Las dos primeras relatan el grueso de la historia a través de tres personajes, cuyos relatos de se van intercalando en la narración:

LievDavídovich (Trotski)

La vida del revolucionario se cuenta en tercera persona y los hechos que se narran comienzan en el momento en que es deportado junto a su mujer fuera de la Unión Soviética debido a su enfrentamiento con Stalin. Su destierro había comenzado en Alma Ata (actual Almaty, en Kazajistán), y de ahí pasará a Turquía, que en un primer momento es el único país que acepta acoger al exiliado. Desde el principio, Leonardo Padura nos introduce en la piel del revolucionario, haciendo que sintamos con él todas las decepciones y desgracias que comienzan a asolar su vida desde el momento en que le obligan a exiliarse:

“Liev Davídovich tuvo la certeza de que, por ser quien era y por haber hecho lo que hizo, para él el mundo se había convertido en un planeta para el que no tenía visado”.

La novela relata con detalle el prolongado exilio al que se somete Trotski, pasando por varios países, algunos de los cuales no lo tratan como a él le hubiese gustado (de Turquía pasa a Francia, después a Noruega y por último a México, donde finalmente acaba siendo asesinado).

En las partes de la narración centradas en el personaje de Trotski, abundan las reflexiones políticas. No hay que olvidar que este hombre era un auténtico “animal político” totalmente convencido de sus ideas y que, junto con Lenin, dirigió una revolución sin precedentes cuya finalidad, independientemente de cómo se fue malogrando el proyecto, era el bienestar de la clase trabajadora. A pesar del exilio, a pesar de haber perdido numerosos seguidores (algunos dejaron de creer en él mientras que muchos otros fueron eliminados del mapa por el sanguinario Stalin), Trotski no se rindió nunca y siguió escribiendo para defender sus ideas hasta el mismo momento de su muerte. En estas reflexiones —imagino que Padura se habrá inspirado en los escritos que Trostki publicó durante su exilio­— abundan los ataques contra Stalin, aunque el revolucionario también deja espacio en su mente para la autocrítica:

“Sobre su espalda cargaba la responsabilidad de haber destituido a líderes sindicales, de haber borrado la democracia de las organizaciones obreras, y contribuido a convertirlas en las entidades amorfas que ahora utilizaban a placer los burócratas estalinistas para cimentar su hegemonía. Él, como parte del aparato de poder, también había contribuido a asesinar la democracia que, desde la oposición, ahora reclamaba”.

Junto a las reflexiones políticas, hay también muchas referencias a la vida diaria de Trotski y su esposa, Natalia Sedova. Un capítulo bastante morboso de la historia es el referente a su relación con Diego Rivera y Frida Kahlo. A su llegada a México, Trotski y Natalia estuvieron alojados durante un tiempo en casa de los artistas mexicanos, donde Trotski tuvo un breve romance con Frida Kahlo.

Especialmente duros son los fragmentos en los que el exiliado va teniendo noticia de la muerte de amigos y familiares, todos ellos víctimas de la venganza enfermiza de Stalin.

Ramón Mercader

La vida del asesino también se cuenta en tercera persona. Su historia en la novela comienza durante la Guerra Civil Española—en la que estuvo luchando en el bando republicano­—, aunque también se proporciona información sobre su infancia para que podamos conocer mejor los motivos por los que este personaje acaba enredado en una misión tan turbia y oscura. La madre de Ramón, Caridad, es un personaje con bastante importancia en la historia ya que es la responsable de convencer a su propio hijo para que se entregue en cuerpo y alma a la causa soviética. Tanto ella como su hijo acabarán trabajando para la Unión Soviética como agentes de la NKVD, precedente de la famosa KGB.

Es realmente magistral el trabajo que hace Padura para introducirse en la mente de Ramón Mercader. La novela relata su proceso de transformación en agente secreto y la conversión de Ramón en Jacques Mornard, la identidad falsa con la que consiguió conocer a Trotski para después asesinarlo. Pero como decía al comienzo de la reseña, esta novela no solo relata los hechos, sino que nos coloca en la piel de los protagonistas. Por muy buen trabajo de “lavado de cerebro” que hicieran los soviéticos con Ramón Mercader, es evidente que este pasó muchos momentos de dudas y de tensión extrema que le hicieron replantearse las cosas. El fragmento de la novela en el que se narran los días previos al asesinato me ha parecido especialmente grandioso. En él podemos apreciar que, a pesar de que finalmente acabó cometiendo ese horrible crimen, Ramón era una persona con sus angustias, sus miedos, sus remordimientos…

Hay otro personaje femenino ligado a la historia de Ramón Mercader que me ha llamado mucho la atención. Se trata de Sylvia Ageloff, una norteamericana trotskista a la que utilizan en la maquiavélica trama para que Ramón pueda llegar a su víctima. Como toda esta historia es real, aún me genera más angustia saber lo que le hicieron a esta pobre chica. Ella era una mujer muy poco agraciada (las fotos que he buscado de ella en Google dan fe de ello). Es posible que incluso nunca antes hubiese estado con ningún hombre. De repente aparece en su vida un tipo apuesto y ella cae rendida. No puedo ni imaginar la indescriptible decepción que tuvo que sentir cuando se enteró de lo que su supuesto prometido había hecho.

Iván (el personaje cubano)

Aunque la novela de Padura es extremadamente fiel a la realidad, imagino que los fragmentos en los que habla del personaje cubano pertenecen a esa pequeña parte de ficción que también tiene la novela. La vida de Iván es la única de las tres que se cuenta en primera persona. Se trata de un tipo bastante desencantado con la vida. Le tocó vivir su juventud durante los años más represivos del régimen y habla de ello en su relato. Por circunstancias de la vida (y motivado por su amor a los perros) acaba trabajando como veterinario en La Habana. Un día se encuentra a un hombre en una playa paseando dos galgos rusos. Le llama mucho la atención porque no es común ver en Cuba esa raza de perros. De esta forma fortuita (o no tanto) comienza una relación con “el hombre que amaba a los perros”, quien empieza a confiarle datos muy íntimos de una historia que a Iván le asusta y le atrae a partes iguales. Aunque se intuye desde el principio quién es “el hombre que amaba a los perros”, durante la novela se va manteniendo cierto halo de misterio en torno a estos encuentros y a la repentina desaparición del extraño hombre, que deja a Iván sumido en una duda que le acompañará durante el resto de su vida. Como el propio Padura explica en las páginas finales del libro, “el papel de Iván es el de representar a la masa, a la multitud condenada al anonimato, y su personaje funciona también como metáfora de una generación y como prosaico resultado de una derrota histórica”.

Curiosamente, “el hombre que amaba a los perros” podría ser cualquiera de los tres personajes masculinos en torno a los que gira la historia, porque aunque se trata de hombres diametralmente opuestos, todos ellos comparten algo que está presente en toda la novela: el amor por los perros.

La tercera parte de la novela es más breve que las anteriores. Comienza después del asesinato de Trotski y funciona a modo de epílogo, en el cual sabremos qué sucedió con Mercader después de haber cometido el crimen y también qué ocurre con el personaje cubano.

Además de los personajes que ya he mencionado, por la novela caminan un sinfín de nombres conocidos que tienen un mayor o menor peso en la historia (La Pasionaria, Andreu Nin, André Bretón e incluso una breve aparición de George Orwell, quien participó en la Guerra Civil Española).

Conclusión

Me parece una novela imprescindible para profundizar en algunos de los capítulos más tristes y perversos del convulso siglo XX. De hecho, gracias a este libro he conocido detalles sobre la Guerra Civil española, la Revolución Bolchevique o la II Guerra Mundial que no conocía. Lo que más me ha impresionado es sin duda todo lo referente a las “purgas” efectuadas por Stalin. Sabía que este hombre se había quitado del medio a todos sus opositores políticos, pero lo que no conocía es que muchos de estos opositores no eran tales en realidad. Stalin inventó que Trotski y muchísimos otros políticos, funcionarios y militares estaban conspirando contra la Unión Soviética y que se habían aliado nada menos que con Hitler. Los torturaron bajo no sé qué horribles métodos para que confesaran cosas que no habían hecho y así tener un motivo para ejecutarlos. Tampoco sabía que curiosamente fue Stalin quien pactó con Hitler al principio de la II Guerra Mundial (él sí lo hizo, a diferencia de todos aquellos a los que mató acusados precisamente de ese delito). No sabía que fueron tantos los que murieron en gulags o como consecuencia de las terribles hambrunas que generaron sus radicales políticas. Padura explica en la nota final de su novela que espera con esta historia aportar algo “sobre cómo y por qué se pervirtió la utopía” y creo sinceramente que ha superado con creces su objetivo.

2 comentarios en “El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura

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