Ella llegó con retraso a la reunión. Justo cuando salía de casa surgieron algunos contratiempos con su bebé y tuvo que cambiarle de ropa varias veces antes de dejarlo en la guardería.
Sus compañeros, los más insignes arqueólogos del país, la esperaban reunidos en torno a una mesa en la que se encontraban expuestas las piezas más destacadas halladas recientemente en la excavación. En concreto, uno de los objetos había provocado entre los expertos un enorme desconcierto. Se trataba de un palo de madera en cuyo extremo había unas cuantas conchas engarzadas con cuerdas. La mayoría de las conchas habían llegado al momento presente bastante deterioradas, pero el objeto se conservaba en un estado aceptable ya que había sido hallado en lo que parecía ser una sepultura familiar. Probablemente, nadie había tocado aquellas piezas y aquellos restos humanos desde el día en que fueron enterrados varios miles de años atrás.
Antes de que ella llegara, los arqueólogos parecían haber alcanzado el consenso de que aquel objeto debía de tener una finalidad ritual, tal vez una forma de ahuyentar a los malos espíritus. No obstante, quisieron saber la opinión de su compañera arqueóloga. Ella tomó el objeto con cuidado y lo observó detenidamente durante algunos minutos. De repente, para sorpresa y espanto de sus colegas, comenzó a agitar aquel extraño artefacto, generando así un agradable tintineo por el choque de unas conchas con otras.
—Es bastante obvio —dijo, devolviendo la pieza a la mesa—. Este objeto es un sonajero.
Sus compañeros se miraron incrédulos. Su asombro aumentó cuando ella extrajo de su bolso un objeto de plástico de colores brillantes con cuatro cascabeles que colocó junto al artefacto prehistórico hallado en la excavación. Su parecido era más que razonable.
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Este relato está inspirado en un interesante artículo que me recomendó mi amigo Jorge Camacho, Los juguetes invisibles de la prehistoria. Durante mucho tiempo, los niños y las mujeres fueron invisibles en la interpretación arqueológica. En una disciplina históricamente dominada por los hombres y sus sesgos, el hecho de que un artefacto prehistórico pudiese haber pertenecido a un niño seguramente ni se les pasaba por la cabeza. Os recomiendo su lectura.
👏👏👏👏👏 me ha encantado! Me encantan este tipo de textos, sin darnos cuenta nos ayudan a abrir los ojos un poquito más a los que ya los tenemos bastante avizor y a ir entreabriendolos a otros que todavía no lo han hecho.
Te felicito, un abrazo!😊
Muchas gracias, Andrea. Hasta que no lei ese artículo, no me imaginaba que también en la interpretación arqueológica podía existir el machismo. Un abrazo
Es genial Mayte, pues claro que si, los juguetes, la cocina y el vestido son elementos fundamentales para la sociedad humana de cualquier época. Un besazo.
Voy a mirar ese libro ahora mismo.
Gracias, Carlos. En realidad es un artículo. Te gustará. Un abrazo
¿Dije libro verdad? Abre una interesante explicación lógica para lo que, hasta hoy, definiríamos como Idolillos.
Qué bueno, en cuántas cosas que ni nos damos cuenta tiene influencia el menosprecio hacia la mujer…
El artículo es muy interesante, se lo he mandado a una amiga historiadora.
Un besote
Exactamente, Luna. En algunas cosas no nos damos ni cuenta, como por ejemplo en esta. A mí no se me había ocurrido pensar que también hay machismo en la interpretación arqueológica hasta que lei el artículo. Un beso
Muy chulo, Mayte!! Solo supo verlo ella; los estereotipos también ciegan!! Me ha gustado. Un besazo 😘
Muchas gracias, Lidia!! Por cierto, he empezado a leer «Ángela». Ya te contaré dentro de poco… Un besote
¡Ah, qué ilusión! Espero que disfrutes de la lectura 🙂
Muy bueno. A veces con la explicación mas simple se resuelven todos los problemas.
Saluditos Mayte! 😉
Gracias, Little cat. Me alegra verte de nuevo por aquí. Un abrazo
Mucho trabajo y novedades en la familia. A ver si logro dedicarle mas tiempo a este espacio…
Saluditos.