El Declive

calle oscura

— Me duele mucho la cabeza, Guille —dice Julia mientras caminan atravesando la negrura del barrio. Las farolas son escasas e iluminan con penuria, como si la roña que cubre sus pantallas blancas impidiera que la luz del interior pudiera salir del todo hacia afuera.

“Ya está otra vez con las putas migrañas”, piensa él. Pero le dice:

— ¿Quieres irte a casa? ¿Te paro un taxi?

— Sí —responde ella, colocando la palma de su mano sobre la frente.

Delante de ellos caminan sus amigos. El Pelos, Cuadrado y Marquitos. Hoy también les acompañan Susana y la Rebe. Julia mira los tacones altos de la Rebe. “Yo no me pondría esos zapatos ni para ir a una boda”, piensa.

— Venga, en cuanto vea un taxi lo paro y te vas a casa a descansar —le dice Guille a su novia. “Espero que no me pida que la acompañe y me joda la noche”.

Los chicos están nerviosos, Guille incluido. Julia sabe que la presencia de la Rebe los altera. Un semáforo en rojo para los peatones. El grupo se detiene. El Pelos se coloca detrás de la Rebe y hace un gesto obsceno, provocando la carcajada de sus colegas. La chica se da la vuelta. Sus pechos sobresalen generosamente por encima de la camiseta estrecha y escotada. Se ríe la Rebe.

—Deja de hacer el guarro, Pelos —le dice.

Cruzan los chavales la calle. Guille se ha incorporado a la primera línea dejando a Julia detrás. Se dirigen a El Declive, un pub donde sirven alcohol barato que al día siguiente les deja una resaca espantosa. Un nuevo semáforo en rojo. Cuadrado mira a los lados y echa a correr.

—¡Vamos, mariquitas, que no viene ningún coche! —grita.

Todos cruzan a la carrera excepto Julia. Un dolor agudo, insoportable, la paraliza. El dolor ha comenzado en la frente, pero rápidamente se desparrama por el resto del cráneo, tensa su cuello, agarrota su tórax. Quiere gritar. “¡Esperadme, por favor!” Pero el chillido se congela en su garganta. Su novio y sus amigos no se percatan de su ausencia. Siguen caminando y riendo. Guille mira las piernas de la Rebe, el culo de la Rebe.

Julia se ha desplomado en el suelo. Solo tarda unos segundos en perder la consciencia. Ha caído con las piernas fuera de la acera. Un coche podría pasar ahora a toda velocidad y quebrar sus extremidades como si se tratara de ramas secas. Un hombre que cruza desde el otro lado la ve. Se acuclilla junto a ella. Apoya su cabeza sobre el pecho de la muchacha para cerciorarse de que la chica respira. “Respira”, piensa el hombre. Se pone de pie y tira de los brazos de Julia para colocar su cuerpo fuera de la carretera.

Los chavales han llegado a la puerta de El Declive.

—¿Dónde está Julia? —pregunta Marquitos a Guille. Este mira alrededor. Se da cuenta por primera vez de que Julia no está con ellos.

—Ni puta idea —contesta—. Le dolía la cabeza, así que a lo mejor se ha pirado. Mañana me caerá una buena bronca por no haberme ido con ella, ya verás.

La Rebe saca un cigarrillo del bolso. Se acerca a Guille.

—¿Me das fuego?

Guille ilumina el cigarro de la muchacha y luego se enciende otro para él.

—¡Vamos entrando! —grita el Pelos.

Guille y la Rebe se quedan solos fumando en la puerta del pub.

El tipo que ha encontrado a Julia se agacha de nuevo. Abre su bolso. Saca una cartera plateada y un teléfono móvil con una carcasa rosa. El hombre se guarda los objetos en el bolsillo de su cazadora. Después mira a Julia. Palpa los pequeños pechos de la muchacha y baraja la posibilidad de hacer algo con ese cuerpo indefenso. La calle está vacía.

La Rebe se acerca a Guille. Sus pechos grandes ya rozan la camisa a cuadros de él.

—¿Julia se ha ido? —pregunta la chica.

Él asiente. La Rebe se acerca aún más. Sus bocas se juntan, sus lenguas se enganchan y la saliva de ambos se funde en un solo fluido viscoso. No es la primera vez. Tampoco la segunda ni la tercera.

El hombre arrastra el cuerpo de Julia por la calle. Ha localizado un cajero automático y su idea es introducirla allí dentro, fuera de las miradas de los escasos transeúntes que pasean a esas horas por el barrio.

Palpa Guille las tetas grandes de la Rebe, las espachurra con ansia, mientras su boca no se separa de la de ella. El hombre ha conseguido meter a Julia dentro del cajero del banco. Desabrocha el botón de su pantalón. Su miembro se endurece al ver el cuerpo abandonado de la chica. Guille empuja a la Rebe contra la pared de El Declive. Sus manos bajan ahora hacia la entrepierna de la chica. El tipo baja los pantalones de Julia. Marquitos sale del pub y se acerca a su amigo.

—¿Qué coño haces, Guille?

Guille se sobresalta. Por un momento cree que Julia le ha sorprendido con La Rebe. Se enfada con Marquitos al comprobar que no está.

—¿Y a ti qué te importa, tío?

Al hombre se le ha olvidado cerrar el pestillo del cajero. Una pareja entra en el estrecho espacio y le sorprende subido a horcajadas sobre la muchacha.

—¡Ey, hijo de puta! ¿Qué le estás haciendo a la chica?

La Rebe se recoloca la minifalda y decide entrar en el bar. El tipo, sin ni siquiera subirse del todo los pantalones, escapa del cajero. “El puto Marquitos”, piensa Guille. Y, de repente, una ambulancia pasa junto a ellos quebrando la oscuridad espesa con su lamento. Un hilo invisible tira de Guille, tira, tira… “¡Julia!”, piensa. “Julia”.

29 comentarios en “El Declive

  1. Me ha gustado mucho pese a su dureza.
    Escribes muy bien y los personajes son muy creíbles. A Guille he tenido ganas de matarlo desde las primeras líneas. Pero luego la actuación del otro hace que te parezca hasta inocente.

    1. Gracias por comentar, Carlos. Como le decía a Paloma, me resulta difícil escribir estos relatos tan crudos y supongo que algunos lectores no querrán leerlos (unos por exceso de sensibilidad, otros porque a lo mejor se ven reflejados, sin desearlo, en la mezquindad del personaje de Guille, por ejemplo). Un abrazo.

  2. Lo he leído dos veces, para poder captar bien los detalles de esta escena que tan bien has retratado. En mi opinión, esto va más allá de que uno sea un pervertido, el otro un cabrón o la otra una guarra. Es el resultado de una «educación social» cuyo resultado son mujeres cosificadas y sin autoestima y modelos físicos hipersexualizados. Y pienso que, desde esa base, parte la actuación de la mayoría de los personajes de tu relato: la chica que se valora tan poco que continúa una relación en la que no es respetada; la que expone sus encantos -y está en todo su derecho-, pero permite que le falten al respeto con ciertos gestos; el que continúa con una novia a la que considera una carga y la engaña con otra y, como colofón, el que ve un cuerpo de mujer inconsciente y se aprovecha de ella. Descripción de una sociedad enferma en la que la educación y el respeto, por los demás y por uno mismo, brillan por su ausencia. Por suerte, no es así en todos los casos.
    Y no me enrollo más, aunque no porque no tenga más que decir sobre esto, je, je. Muy bueno, Mayte, siempre merece la pena que aparezcas por aquí.
    Un besote

    1. Has resumido muy bien lo que quería expresar al escribir este relato. Yo también creo que la educación y el desarrollo de la inteligencia emocional es lo único que puede salvar a esa «sociedad enferma» de la que hablas. Por suerte, es cierto que no todo el mundo es así (ahí está el personaje de Marquitos, por ejemplo, o la pareja que llama a la ambulancia). Un beso, Luna.

  3. Buenas noches Mayte,
    Me ha parecido muy bien desarrollado y escrito: muy buen recurso la «alternancia de acción» Guille-Julia; hace que suba la tensión del relato.
    ¡Me alegro de leerte!
    Un abrazo.

  4. Mayte, ¡qué bien logrado el relato! Ese paralelismo de acciones que estableces en un plano físico tan cerca y tan lejano a la vez, entre los personajes, es buenísimo. Situaciones más reales que ficticias, por desgracia. ¡Felicitaciones!
    ¡Un abrazo grande!

  5. Buen relato, muy bien escrito. Crudo y realista. La pena es justamente eso, que describes personajes, comportamientos, formas de ser y personajes muy reales y muy comunes hoy en día. Una sociedad embrutecida y embotada a todos los niveles: mental, intelectual, educacional, emocional, social, filosófica, espiritualmente, etc. No se pueden hacer generalizaciones absolutas que valgan para todos, claro. Pero especialmente dentro de las nuevas generaciones y la juventud hay muchos especímenes así. Son un producto de todo lo dicho, esa sociedad que va perdiendo cada vez más valores. Y oye, no soy un rancio ni un anticuado ni un derechista ni un moralista ni un mojigato ni un intolerante ni un fanatico de ningún tipo de valor, aparte del de ser buenas personas, sensibles, inteligentes, sensatas. Menudo zoológico has retratado. Sobre la juventud… vuelvo tras leerlo: oye, que puedes ser un imbécil o un descerebrado o un enfermo también con 30, 40 o 60 años. Y por desgracia los telediarios van trufados de historias de esas.
    Aparte del degenerado y depredador sexual, un enfermo (que por desgracia abundan también) el otro rol patético es el de Guille olvidándose y despreocupándose de su novia, cuando esta tiene problemas serios de salud.
    Y por último, me ha gustado mucho el recurso que has empleado: de dos tramas o escenas claramente diferenciadas has pasado a irlas fusionando en una, hasta al final mezclarlas a la perfección en frases cortas, como flashes que nos muestran casi al unísono las cosas: el morreo y sobeo de esos dos, la escena del cajero. El Guille y el otro bajándose los pantalones, Etc.
    Hasta otra.

    1. Quiero puntualizar: «una sociedad embrutecida y embotada a todos los niveles» no es porque dos adolescentes o jóvenes se peguen el lote, o porque salgan de fiesta una noche a emborracharse (yo lo he hecho, muchas veces, o simplemente a divertirse) o porque uno o una le ponga los cuernos a su pareja, que es pan también de muchos días. O por simplemente hacer el imbécil y desfasar. Es por el conjunto de todo lo que describes. Por la irresponsabilidad en buena parte del chico que se olvida de la novia, que se encuentra mal, y de unas consecuencias que se derivan de esos despistes o despreocupación fatales. Hasta tener la increíble desgracia de que un degenerado se cruza en el camino de ellos, de Julia para ser más exactos. Esa inconsciencia es colectiva y como digo se pagan las consecuencias a nivel global. Incluso muchas veces auténticos desconocidos que no tienen nada que ver las pagan. Pongamos como ejemplo los accidentes de tráfico debidos a desfase o irresponsabilidad. Todo esto quería decir.

    2. Gracias por tu concienzudo comentario, What. Efectivamente, no se trata de una cuestión de edad. Hay muchos Guilles en este mundo que pasan de los 50. Y no, no eres rancio ni mojigato. Solo se trata de algo muy simple: tener un mínimo de ética y sentir empatía por los demás.
      Un abrazo

  6. Tremenda historia! Y muy bien narrada. Me ha encantado.
    Lo que pasa es que no creo que para el tipo de persona que parece ser el Guille exista algún hilo que pueda tirar de él desde el otro extremo. 😐
    Saluditos Mayte! 😉

  7. Pingback: SENDERO blog

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