Hacía muchos años que Martín y yo éramos amigos; prácticamente habíamos crecido juntos. Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que Martín fue al baño solo. O el día que aprendió a escribir su nombre. O aquella vez que el Ratoncito Pérez le trajo un estuche con rotuladores de colores. Nos llevábamos tan bien que todas las tardes nos sentábamos juntos frente a la televisión y veíamos nuestras series de dibujos favoritas. A veces le acompañaba también cuando sus padres le llevaban de paseo. Pero aquella amistad que creía imperecedera se fue extinguiendo inexorablemente. Martín dejó de jugar conmigo y poco a poco prefirió la compañía de otros. Últimamente apenas nos vemos. Su madre me guardó en una caja junto a otros viejos peluches. Mi única esperanza es que, dentro de un tiempo no muy lejano, sus hijos jueguen conmigo con el mismo amor con que él lo hizo.
Mucha ternura!!! Gracias!!!
Muchas gracias a ti por leerme, Claudia!! Besos!!
Que bonito relato. He recordado cuando mis hijos eran pequeños, porque mi hija hablaba con su inseparable peluche que era un hipopótamo y del que se hizo inseparable. Ahora ya de adolescente aún lo conserva pero no en un cajón, sino presidiendo la estantería de su cuarto.
Un abrazo Mayte.
Muchas gracias, Carlos. Ese hipopótamo tiene suerte. Mi hijo es pequeño y aún adora a su peluche preferido. Pero el otro día tuve una especie de ataque de empatía con ese peluche y me dio pena pensar que un día dejará de ir con él a todas partes como hace ahora. Un abrazo y gracias como siempre por dejarme tus comentarios.
Oye que bonito narraste esto, incluso me obligaste a recordar viejos amigos de la infancia. 🙂 gracias por remontarme a tan bellos dias.
Muchas gracias a ti por leerme. Qué bien que mi relato te haya hecho recordar viejos tiempos. Un abrazo
Oh, ahora me siento mal por Josefina, mi osita rosa, ni sé qué fue de ella… Bonito y entrañable relato. Un abrazo.
Muchas gracias, Luna. Yo aún conservo algunos peluches de mi infancia en casa de mis padres y me encanta que mi hijo juegue con ellos cuando vamos a visitar a los abuelos. Pobre Josefina, jeje… Un abrazo.
Gracias por acordarte de esos juguetes, que fueron de mis hijos y que aún conservo guardados en cajas. A lo mejor algún día los reclaman. Un beso.
Mi hijo juega con los peluches de mi infancia cuando vamos a ver a mis padres. Tal vez algo así suceda con los juguetes que aún conservas cuando tus hijos te hagan abuelo. Así tendrán una segunda vida. Un abrazo y muchas gracias una vez más por pasarte. Me encanta recibir tus comentarios.
Mis hijos son ya mayores y me has dejado deslizando unas lágrimas por recordar aquellos momentos que fueron inocentes y uno los disfrutaba a más no poder. Tu pluma destila ternura y como sentimos tu relato como si fuera de uno, es por lo buenos que son.
Muchas gracias, Mac!! Me halaga mucho que me digas eso. Me encanta que te haya gustado y que hayas recordado esos dulces momentos. Un abrazo, amigo!!
Vaya… Hace poco que recogimos varios «cienes» de quilos de juguetes de los niños, que ya no lo son tanto.
En cualquier caso, siendo un tanto animista, como tú, con tanto arte, te has permitido serlo, creo que mejor guardado en la buhardilla que perdido en la calle. Algunos ha caído en la dura batalla de la infancia.
Los juguetes se reproducen de una manera tan incontrolable que cuando te quieres dar cuenta tienes la casa llena (eso me ha pasado con mi hijo, y eso que yo no le compro casi nada, en su mayoría es de regalos que recibe). Quizá no se trata de guardar todo, porque es imposible. Pero en este relato se trataba del peluche favorito de un niño, su juguete preferido. Yo sí guardaré el de mi hijo cuando ya no quiera jugar con él porque para mí ese muñeco representa toda una época. Es más que un simple peluche. Abrazos!!
Tu texto destila esa esencia de nostalgia alrededor del tema de los juguetes (de aquellos más personales) como también hizo Toy Story 3.
Maravilloso, bonito y triste a la vez.
Recuerdo haber visto esa película hace años y me emocionó. Ahora que tengo un hijo aún empatizo más con esas cosas. Un abrazo y gracias por tu comentario.
ES GENIAL https://whatafilmsite.wordpress.com
Me conmoviste, qué lindo relato. Me remonté en el tiempo… Gracias.
Pingback: Amistades perdidas — El blog de Mae | sureño