El siguiente relato fue seleccionado entre los diez finalistas del I Certamen de relatos “Cuarto y mitad”, convocado por la Biblioteca Municipal Mario Vargas Llosa de Madrid, recibiendo una mención especial. La temática del concurso era libre, pero había que incluir en el texto la expresión “cuarto y mitad”.
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Siempre la esperaba sentado en el taburete de la carnicería bajo la mirada displicente de alguno de los dos hermanos. Aquellos hombres, con las manos a menudo ensangrentadas y blandiendo enormes cuchillos, me daban miedo.
Mi madre entraba conmigo en el establecimiento, me decía que me sentara y después desaparecía detrás del mostrador por la puerta de la trastienda. El mayor de los hermanos carniceros salía tras ella mientras que el otro atendía a las clientas sin perderme de vista. El carnicero más joven llevaba un bigote denso y negro sobre sus labios gruesos, y sus ojillos diminutos analizaban con suspicacia cada uno de mis movimientos.
Algunas mujeres, viendo mi aspecto descuidado, agarraban el bolso con desconfianza. Las más misericordiosas se compadecían del niño harapiento y me daban un pedazo de queso o de lomo que yo devoraba con ansia. Durante la espera me entretenía mirando los dibujos del almanaque que siempre tenían pegado a la pared, aunque no era capaz de descifrar ni una sola de aquellas letras y números porque hacía varios años que no iba a la escuela.
Quince minutos más tarde, el hermano mayor reaparecía con el rostro acalorado y el menor salía inmediatamente por la misma puerta. Entonces, se cambiaban los papeles y era el mayor de los carniceros quien me vigilaba mientras cortaba embutido para las clientas. Era un hombre obeso, con una papada que hacía invisible su cuello y una barriga en la que podían entrar varios de los jamones que tenía colgados del techo. Era el hombre más gordo que yo había visto en aquellos tiempos de hambre y miseria.
Esperaba sentado y quieto durante otros quince o veinte minutos y, si tenía suerte, recibía de las clientas algún pequeño regalo en forma de deliciosas lonchas. Finalmente, reaparecía por la trastienda el hermano menor y después mi madre.
—Aquí tienes tu cuarto y mitad —decía entonces el más corpulento de los carniceros, entregando a mi madre un pequeño paquete.
Cuando salíamos a la calle, ella tomaba una rodaja de queso, salchichón o lo que aquella vez tocara, y el resto me lo comía yo. Después apurábamos el paso por las calles todavía heridas tras la larga contienda y nos dirigíamos a la panadería, donde mi madre conseguía de la misma forma misteriosa una hermosa hogaza de pan recién hecho
¡Que duro Mayte! Me has dejado impresionada, maravilloso relato aún a pesar de lo triste de la situación.
Besos guapa.
Muchas gracias, María. Un beso fuerte
¡Qué buen relato Mayte! Y qué bien cuentas lo que no se dice….
Besos!
Muchas gracias, Claudia. Un fuerte abrazo
¡Buah, qué crudo! Pero a la vez, visto con los ojos de un niño, se convierte en algo inocente. Muy bonito, Mayte.
Por cierto, tengo sorteo en mi blog, por si no te ha salido el post (he tenido un problema con WP y he perdido seguidores que tenía).
Un besazo
Muchas gracias, Lidia. No he visto el sorteo, voy ahora a echar un vistazo. Un besote!!
Que fuerte! Y a la vez triste; pero bien dicen que el amor de madre lo puede todo. Maravilloso relato pensar como niño y con tanta inocencia, Saludos!
Muchas gracias por tu comentario, Florencia. Como bien dices, esta es la historia de una madre que hace lo que sea por sacar adelante a su hijo en tiempos difíciles. Un saludo!!
De acuerdo con el comentario de Lidia. Lo inocente y lo crudo van en paralelo sin tocarse a lo largo del relato. Sin embargo en los lectores, de inocencia perdida hace mucho, la ternura y la crudeza que produce la narración van juntas e inseparables.
Gran relato.
Un abrazo.
Muchas gracias, Andoni. Se agradece un comentario elogioso de un gran relatista como tú. Un abrazo!!
Gran relato, Mayte. Te felicito por él y por la mención del concurso.
Muchas gracias, querido Baumann!!
Me gustó mucho la lectura de este cuento. Felicidades!
Muchas gracias, Oscar!! Un abrazo
Felicidades, Mayte. Es muy bueno, no me extraña que lo seleccionaran.
Un abrazo.
Muchas gracias, amiga Luna!! Un beso fuerte
¡Felicitaciones por la mención obtenida, Mayte! ¡Es un excelente relato con muchos méritos! Fuerte y dolorosa situación.
Me hizo mucha ilusión la mención, Sari. Un fuerte abrazo
Que buen relato, que realidad invisible más bien contada, felicidades Mayte. Un abrazo !
Muchísimas gracias, Francisco. Un abrazo
☺️☺️
Mi enhorabuena Mayte, es precioso pese a la tristeza, pero impacta esa transparencia de reflejar con tanto acierto la mente de un niño.
Abrazo
Te agradezco mucho el comentario, Úrsula. Un abrazo
Otro de vuelta para ti!
Es un relato impresionante Mayte. La supervivencia después de una contienda en la ciudad. Aquí era habitual que los pequeños comerciantes se dedicasen al estraperlo. vendiendo algunos productos al margen de las cartillas de racionamiento. Seguro que se dieron situaciones semejantes. Un besazo.
Muchas gracias, Carlos. Es un relato de ficción, pero es muy probable que ocurrieran cosas así durante la posguerra española (o cualquier otra posguerra). Un fuerte abrazo
Madre mía! Tener que llegar a ese punto para poder subsistir. Triste!
Gran relato Mayte! Felicidades por la mención.
Muchas gracias, Little cat. Estoy segura de que muchas mujeres han pasado por situaciones parecidas… Un abrazo!!