Todos los días, la niña cruzaba el puente colgante para comprar fruta y leche en la tienda del otro lado de río. El tendero pesaba las manzanas en su balanza oxidada sin dejar de mirar las piernas morenas y flacas de la muchacha. Después, la niña deshacía el camino andado para volver a su casa, excepto aquel día en que no regresó nunca más.
«Dicen que fue aquí», asegura la anciana, señalando las raíces de un viejo sauce llorón. «Con el rocío de la mañana, el sauce llora las lágrimas de la niña sepultada bajo la tierra».
Con este relato participio en el reto de escritura de agosto de Lídia Castro.
Vaya! Mas competencia en el reto. 😀 jeje!
Saluditos Mayte! 😉
Mucha, mucha competencia, jeje… Un abrazo
Oh, qué triste 😔 normal que llore el sauce…
Desde luego, eso es decir más con menos.
Un besote
Me salió una historia demasiado triste, la verdad…. Un beso, Luna.
Porque la realidad lo es demasiadas veces…
Ooh, pobre niña… A saber si el tendero tiene algo que ver…
Buen micro, Mayte. Muchas gracias por participar en el reto 🙂
Muchas gracias, Lídia. Es muy inspirador tu reto. Un abrazo.
Con tu cuento, vas bien encaminada al reto. Muy bueno.
Gracias, Mac. Me gusta participar en el reto de Lídia. Un abrazo
¡Qué bueno! 👏👏👏
Gracias, Dante!!
Buuuruuutal. Bien contado y muy contundente.
Gracias, Francisco. No he leído el tuyo. ¿Participas?
Estoy en ello 😉
Las historias tristes también forman parte de nuestro acervo, enhorabuena Mayte. Un besazo.
Creo que Lidia tendrá que doblar el premio.
Muchas gracias, Carlos. Por desgracia es así. A veces suceden historias tristes como esta que me salió para el reto de Lídia. Besos
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