Ella me miraba todo el tiempo. Fingía que hablaba con esas otras madres que tomaban el sol tumbadas sobre la hierba, pero de reojo me observaba. Su forma de mirarme no era como la de esas chiquillas que soltaban risitas ridículas cuando pasaba por su lado. No, su forma de mirarme era aterradora y triste al mismo tiempo. Sus ojos me helaban el corazón.
No entiendo por qué ella seguía yendo a esa piscina. Supongo que no había muchas más cosas que hacer en ese pueblo maldito perdido en un lugar de La Mancha cuyo nombre no podré olvidar jamás. Tampoco tenía sentido que yo siguiera allí, así que decidí dejar el trabajo de socorrista antes de que acabara el verano. «No tienes por qué irte ahora», me dijo el jefe. «Lo de ese chiquillo no fue culpa tuya. Los accidentes ocurren». Seguramente ella no opinaba lo mismo. Tal vez debí decirle algo antes de marcharme, aunque cualquier disculpa habría sonado ridícula y absurda.
Me ha gustado, Mayte. Un relato que da que pensar, muy acorde con la época del año en que estamos. Y, la verdad, no me gustaría verme en esa piel. El verano tiene esos lados oscuros.
Un abrazo fuerte.
Gracias, Jorge. Este relato refleja uno de esos temores que, como madre, me producen una tremenda angustia. También quise transmitir la sensación de culpa del socorrista, la tuviera o no. Un abrazo.
¡Buaaala!, inesperado. He caído como un pardillo y la sacudida ha sido brutal.
Gracias por pasarte y siento la sacudida. El tema es duro. Un abrazo
Yo sí me lo esperaba porque ya nos conocemos, je, je, y además compartimos miedos. Pero me ha dolido igual.
Un besote, Mayte
Las dos tenemos un puntito trágico. Un beso, Luna
Ubicar una tragedia en un lugar lúdico es un buen rcurso para remover aún más. Enhorabuena Mayte. Un disparo certero 🙂
Muchas gracias, Capitán.
Es potente en grado máximo Mayte. la tensión final impresionante sin más explicaciones. Un beso.
Muchas gracias, amigo Carlos. Un beso
«Flechazo» (¿?) o fijación macabra…
«¿Qué haría esa madre con él si pudiera?»… la pregunta salta sobre mí (asalta mi mente) y los dos caemos al agua en un segundo.
Hola, What!! Me alegra verte por aquí. En realidad, la madre observa de forma obsesiva al socorrista no porque quiera tener con él una aventura, sino porque lo culpa de no haber salvado a su hijo. Al principio juego al despiste, pero en las última líneas se revela lo que realmente ocurrió. Un abrazo!!
Sí, juegas al despiste. ¿Le culpa? No acaba de quedar claro. Flota… en el aire. Bueno, a lo mejor sí quiere con él alguna relación de tipo físico, pero de otra clase, jajaja. Un abrazo… que no ahogue.
Hola primor, te he buscado porque no me salías y he visto que no te seguía, he dejado de seguir a mucha gente, bueno yo no, el blog, y no sé porqué.
Besos guapa.
Hola, María. A veces WordPress hace esas cosas. Yo tampoco sé por qué. Gracias por buscarme!!
El relato es aterrador… es horrible pensar en que eso ocurre de verdad.
Un beso.
Ya, es horrible. Es uno de esos miedos que tenemos las madres. Un beso
Intenso y, como madre, aterrador.
Saludos.
A veces escribo sobre esos miedos de madre que, por lo que veo, son universales. Gracias por pasarte.
Ni más ni menos como un guión de una película de terror. tan bien logrado que nos envuelve hasta el final en esa angustia de culpabilidad. Era de esperar que tu pluma brille en todo lo que escribes. Saludos.
Me siento halagada, amigo. Muchas gracias por tu entusiasta comentario. Un abrazo