Vladimir está solo en una esquina del patio. De su mochila saca una pistola de agua y una espada de plástico que venía con su disfraz de Luke Skywalker. Tiene también una pala que emplea ahora en excavar en la tierra seca del patio. Cuando suena el timbre, Vladimir aún no ha terminado su trabajo. Excava, excava, excava, pero su profesora se acerca y le dice que el recreo ya ha terminado.
-¿Qué estás haciendo? -le pregunta.
-Mi padre dice que para que la guerra acabe los rusos tenemos que enterrar las armas. Y eso es lo que estoy haciendo.
La profesora sonríe con tristeza. Está a punto de decirle que no es exactamente eso a lo que se refiere su padre, pero cambia de idea y se ofrece a ayudarlo.
Los dos excavan con ahínco hasta hacer un hoyo lo suficientemente profundo. Entonces Vladimir introduce la espada y la pistola y luego echa arena por encima. Después regresa a clase satisfecho, imaginando palomas y sonrisas y banderas blancas.
Mayte Blasco
Maravilloso. Apúntame para cavar agujeros en los que enterrar todas las armas.
Te apunto, Luis Ángel.
Ojalá niños y niñas siempre. Qué bonito, un abrazo 🤗
Muchas gracias, Andrea. Un abrazo
Hermoso e inteligente relato pacifista que se agradece en estos tiempos oscuros.
Un abrazo
Muchas gracias, Paco. Espero que estés bien. Abrazos
Es un hermoso relato, aunque a menudo la historia nos muestre lo contrario. Un besazo.
Muchas gracias, Carlos. Abrazos
Solo la ingenuidad de un niño puede protagonizar un relato tan bello y tan necesario en estos tiempos. Un abrazo.
Muchas gracias, Carlos. Un fuerte abrazo
Armas enterradas e ilusiones resucitadas. Bello cuento, puede que muy real.
Gracias por tu comentario, Joiel. Un abrazo
Yo le ayudo a enterrar el hacha de guerra😃Un abrazo y paz🥰
Ojalá mucha gente dispuesta a enterrar las armas. Un abrazo
Precioso Mayte. Gracias por sacarnos una sonrisa.
Muchas gracias a ti, Sergi. Un abrazo
Los niños siempre tienen las mejores ideas.
🌹😘
Es precioso, Mayte, ojalá mantuviéramos la mirada limpia y la ingenuidad e inocencia de la infancia. Aunque al terminarlo he pensado que el pobre Vladimir ahora no tiene armas y los demás sí. Perdón por el pesimismo, es que acabo de leer las noticias.
Un besote
No te preocupes, yo también me angustio muchísimo cuando veo las noticias. Muchas gracias, Luna. Un beso
Ojalá todo fuera tan sencillo, ¿verdad?
Desde luego que estamos presenciando algo espantoso, muy triste, demencial. No alcanzan los calificativos. Aunque pueda mostrarme muy ecuánime, por decirlo así, no es lo mismo ni de lejos que sentir indiferencia, Y en ese sentido me cuesta muchísimo normalizar la guerra. Me niego a ello, la rechazo. Seguramente no es lo más «sabio».
Estoy escribiendo algo al respecto. Me saldrá largo. No es que quiera darle sentido a un sinsentido, porque no se puede.
Un abrazo.
La guerra siempre es un sinsentido, es un fracaso absoluto de la inteligencia humana. Un abrazo, compañero
Pobre Vladimir. Espero que su tocayo no se entere porque podría tener serios problemas. Un placer leerte, compañera. Un fuerte abrazo, adelante!
Sí, esperemos que el otro Vladimir no descubra las armas enterradas. Muchas gracias por leerme, compañero. Un abrazo
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Te propongo una idea sobre la marcha, por si te animas a escribir una secuela lo bastante perversa. Cae un chaparrón y del hoyo en que quedaron enterradas las armas brota una planta, que con el tiempo acaba convertida en un árbol, un árbol frutal del que cuelgan, tentadoras, unas manzanas muy raras…
Es un placer leerte, Mayte.
Sí, es un poquito perverso. Para un cuento de terror no estaría mal…
Por lo menos nos deja esa esperanza de tener las herramientas tan sencillas para acabar con esta locura de guerra sin sentido. Como es tu costumbre, un excelente relato, lleno de mucho optimismo.
Buen fin de semana Mayte.
Muchas gracias, Manuel. Un abrazo y buen fin de semana también para ti
Por nada Mayte. Lo mejor para ti y tu familia.
Qué interesante. Gracias por tu trabajo
Muchas gracias a ti por leerme. Un saludo