Gonadotropina coriónica humana

Gonadotropina coriónica humana. Aquel nombre extraño se me había grabado en la cabeza y surgía de forma cíclica en mi memoria como un anuncio luminoso que hubiese sido programado para encenderse a intervalos regulares. Aquel día llegué tarde al trabajo. En el bolsillo del abrigo había guardado el curioso dispositivo con las dos rayitas rosas dibujadas de forma inequívoca. Eran dos rayas rosas; no había lugar a dudas. Las mismas rayas rosas que se trazaron en otro dispositivo exactamente igual que ese el día anterior. “A lo mejor podrías hacerte otra prueba mañana por si acaso”, me había dicho él. No se lo creía. Tal vez pensaba que no era posible quedarse embarazada a la primera arremetida sin preservativo.

Tenía ciento diecinueve currículos que revisar para un empleo de teleoperador con turnos de trabajo rotativos y un salario deleznable. Había ingenieros industriales postulando a ese puesto. También abogados, historiadores del arte, licenciados en Economía que hablaban inglés y alemán. Saqué del bolsillo el artilugio y jugueteé con él entre las manos mientras trataba de elegir el currículo más adecuado entre aquella multitud de talento desaprovechado.

Gonadotropina coriónica humana. Sentía los pechos extremadamente sensibles, pero a parte de eso, no tenía ningún otro síntoma. “¿No debería tener ganas de vomitar?”, pensé. Abrí el navegador de Internet y empecé a teclear obsesivamente en el buscador: primeros síntomas de embarazo. Y después: embrión de cuatro semanas. Y después: cuándo visitar al ginecólogo tras quedarse embarazada. Y después…

Mi teléfono móvil pitó y me sobresalté. “No paro de pensar en ti y en ese hijo nuestro que llevas dentro”, escribió él en un mensaje de texto. Sonreí. Acaricié mi vientre, demasiado hinchado como para albergar en su interior un bebé del tamaño de un guisante. Pensé que tal vez debía cuidarme para no engordar demasiado durante los siguientes nueve meses.

Continué con mi desenfrenada búsqueda: alimentación en el embarazo. Y después: sexo estando embarazada. Y después: hacer deporte durante el embarazo. Y después…

“Necesito los currículos que has seleccionado para el puesto de teleoperador”, me dijo mi jefe, acercándose como un fantasma a mi mesa. Cerré el navegador de Internet de forma brusca. Seguramente se dio cuenta, aunque eso no me importaba tanto como mi test de embarazo colocado sobre la mesa con la gonadotropina coriónica humana litografiada en aquellas alegres rayas. “Sí, te los imprimo ahora mismo”, respondí.

Escogí unos pocos currículos al azar y se los entregué a la calva trajeada que me miraba con suspicacia. “Ya verás la gracia que te va a hacer cuando te enteres de que estoy embaraza”, pensé.

Regresé a mi puesto de trabajo y abrí de nuevo el buscador. Derechos laborales de las mujeres embarazadas. Y después: ¿es legal despedir a una mujer embarazada? Y después…

23 comentarios en “Gonadotropina coriónica humana

  1. Las preocupaciones ante lo desconocido, las dudas lógicas e incluso las ilógicas, forman parte de la mujer (y de la pareja) ante algo tan entrañable como un embarazo. Junto a ello, la rutina de un empleo. Y la priorización que se modifica con las circunstancias. Ante un hij@ uno comprende eso de priorizar, incluso como es el caso del relato, cuando es tan solo un «guisante». Me ha gustado. Un abrazo Mayte.

    1. Las madres creo que nos «rayamos» más que los padres, ya incluso antes de que nazca el bebé… Lo de priorizar debe de ser una estrategia de la naturaleza. Echo de menos tus relatos, Carlos. ¿Volverás algún día, aunque sea con otro blog? Puedes partir de cero, hacer una especie de metamorfosis….
      Un beso. Cuídate

  2. Terminaron hace unos minutos el show folklórico en el balcón de enfrente. Dios, qué cruz. Cinco tías bailando pachangadas cerveza en mano…
    Buen relato, muy bien narrado. Sin duda, preocupaciones, dudas, preguntas. Supongo que la cabeza se dispara. Derechos laborales… sí, hoy en día no puedes fiarte de ningún jefe, calvo o peludo.
    Esa montaña de currículums de gente preparadísima me ha hecho pensar en un escenario post confinamiento y de aguda crisis. En fin, miedo da…
    Abrazos.

    1. En mi vecindario están justo ahora a tope. Una con un micro y todo… Jajaja. Yo algunos días ya no salgo, espero que los sanitarios me lo perdonen.
      El relato está ambientado en la crisis anterior, pero me temo que se nos viene encima algo similar o peor. Un abrazo

  3. Pingback: Traducciones insólitas – El blog de Mae

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